El tercer día
En abril de este año, estaba caminando por Caballito y me crucé a mi amigo Jere. Al igual que yo, Jere se había separado y dejado de convivir hace poco; pero mientras yo regresé a la casa de mis padres en San Miguel, él pasó meses cuidando departamentos de porteños que se iban de viaje. Me dijo que finalmente podía dejar de boyar, ya que ese mismo finde se iba a mudar con una amiga de él.
A los dos días, le hablo para preguntarle qué tal la mudanza y me cuenta, angustiado, que la amiga le tiró para atrás la propuesta y que se tenía que volver a Garín. Le dije: “avisame cualquier cosa con la que te pueda ayudar”, y me respondió con un aviso de un departamento en alquiler en Saavedra. “¿Estás?”
Yo no tenía trabajo estable; solo propuestas laborales artísticas que nunca se terminaban dando. Pero sentía que justamente irme a capital era lo que necesitaba para conseguir algo más fijo. Le mandé un mensaje a mi amiga tarotista para que me dijera si era una buena idea. Ella me tiró las cartas y me dijo: “Dale para adelante”. Gracias, conicet. Procederé.
Le pedí a mi viejo y a su pareja que me ayudaran a pagar el primer alquiler, con la promesa de que, de ahí en más, me iba a manejar sola. Me dijeron que sí, y al mes, ya estaba mudada.
Cuando llegué a Saavedra, todo era un sueño. El departamento, la ciudad, el parque, la gente. Tenía solo tres bombachas que iba rotando estratégicamente, pero en mi mente era Carrie Bradshaw. No solo estaba finalmente viviendo donde siempre quise, sino que también se había confirmado el estreno de Las Inferiores de Blender y habíamos sumado a Jere como productor. Todo se encauzaba. Todo era hermoso. Por dos días.
Al tercer día, me tocó el timbre la realidad, y me dijo: “todo muy lindo, pero el sueldo en Blender no te cubre ni el alquiler -y el próximo te está empezando a pisar los talones-, no le querés pedir más plata a tu viejo pero te quedan dos bombachas y estás endeudada hasta la concha. ¿Qué vas a hacer?” Le dije: “No sé, realidad. Pará un poco,” y me meché uno.
Pero a medida que los días pasaban, la pregunta de la realidad me acosaba más y más. ¿Qué voy a hacer? Quiero hacer lo mío, pero mi proceso creativo y la lógica de monetización moderna no maridan bien. No quiero volver a ser moza, no quiero volver a atender un kiosco. No quiero nada que se asemeje a laburar. Y salir a robar, aunque tentador, me da ansiedad y, además, está mal.
¿Y si me abro un OnlyFans?
Primero como joda
“Me voy a abrir un OnlyFans” era un latiguillo mío que aparecía cada vez que se rompía un electrodoméstico. Hasta que asumió Milei, y los hombres me empezaron a preguntar sin tapujos si tenía pensado abrirme uno. Al principio me ofendía muchísimo, hasta que la idea se me empezó a hacer cada vez más recurrente. Tuiteé al respecto, en uno de esos días mientras me fumaba uno con la realidad:
Ese tuit es del 9 de mayo. El 13 de mayo, 4 días después, mi cuenta ya estaba activa.
Carla Quevedo también tiene
En esos días, tenía CuriousCat, una plataforma para preguntas anónimas, y las sugerencias para abrir un OnlyFans se volvían cada vez más frecuentes. Yo pensaba: “No soy esa clase de mujer”. Me están faltando el respeto, yo soy una artista, aunque de vez en cuando suba fotos haciéndome la trola. Porque claro, mis seguidores no me lo decían porque sí, sino basándose en la sexualización softcore de mi Instagram. Porque no solo habito en Saavedra, también habito mis contradicciones.
Pero entonces me detuve a reflexionar: ¿qué significa eso de “las clases de mujeres”? ¿Acaso el feminismo ya no me toca? ¿Realmente creo en categorías de mujeres? ¿Y por qué algo que haces por dinero tiene que definirte por completo? Nunca me había planteado estas preguntas, hasta que el dilema del OnlyFans se convirtió en un tema personal.
Para mí, las mujeres en OnlyFans encajaban en dos categorías: las que están en esta situación por necesidad económica (como la vecina del barrio que tenía un pibe y mamá me contó que usaba OnlyFans para pagar el alquiler) o las que eligen esta labor y se presentan como empoderadas y exitosas (como Anto Pane o Maria Riot). Pero, al cuestionar mis ideas preconcebidas, me di cuenta de que tal vez esas mujeres también tienen formación y habilidades, y yo estaba siendo una clasista y prejuiciosa de manual.
Entonces, comencé a considerar de verdad la idea de vender contenido erótico. Le dije a Jere: “Creo que me voy a abrir un OnlyFans” y él, con su sabiduría, respondió: “Carla Quevedo tiene”. Y yo le dije: “no se diga más” y me fotografié el papo en el acto.
Carla Quevedo no encaja en las categorías que tenía en mente. No es una mujer pobre ni una trabajadora sexual consagrada; es una artista, igual que yo, y lo hace como complemento. ¿Por qué Carla Quevedo legitimó para mí la prostitución digital? Porque, al igual que yo, es escritora, creativa y actriz. A diferencia de mí, es hegemónica, exitosa y, además, se cogía a Pedro Rosemblat. Y sobre todo, no es conocida por OnlyFans, sino por su trabajo creativo. No perdió prestigio. Relatable y aspiracional.
Esa misma noche escaneé mi DNI y subí una foto de mi cara. A las doce horas me activaron la cuenta y me convertí en modelo de Only Fans, con todas mis contradicciones intactas y un dilema moral gigante que no había ni empezado a resolver.
Por la plata baila el mono, trolo?
Me activaron la cuenta y puse una suscripción mensual de 15 dólares, arbitrariamente, porque vi que la de Carla salía 10 y la de Anto Pane 50. No sabía exactamente cómo valorar lo que estaba ofreciendo, pero supuse que posicionarme en un punto intermedio tenía sentido. Era un precio lo suficientemente alto como para sentir que mi contenido tenía valor, pero no tan alto como para sentir presión al respecto.
Al toque entré a mi carpeta de ocultos en galería. Tenía una colección de fotos y videos que había grabado en los últimos meses para mi (ahora ex) novio a distancia, a quien por motivos legales de ahora en más llamaremos Nico. Con Nico salimos casi seis meses, y solo quince días de todo ese tiempo fue una relación presencial. Por lo cual le mandé muchísimas, pero muchísimas cosas. Hice una selección de lo mejorcito y más reciente, y subí de un tirón diez fotos y dos videos a OnlyFans. Era un popurrí de nudes frente a espejos, alguna que otra sacada de frente y videos bajándome la bombacha de espalda y poniendo cara de promiscua. Todo sacado para un tipo en especial, algo que había sido mi intimidad, ahora estaba monetizado públicamente en la internet.
La primera vez que vi esas fotos en OnlyFans, fuera del contexto de mi relación con Nico, sentí una mezcla de poder y vulnerabilidad. Por un lado, estaba orgullosa de haber dado ese primer paso; por otro, no podía dejar de preguntarme si estaba realmente preparada para que esa parte de mi vida estuviera disponible para cualquier persona dispuesta a pagar 15 dólares.
Y estaba aterrada del qué dirán. De que piensen que soy una puta. Que técnicamente lo soy, porque ejerzo la prostitución virtual (y analógica, una vez, pero eso va en un apartado más adelante). Pero tenía mucho miedo de lo que la gente iba a pensar de mi nuevo emprendimiento.
Decidí anunciarlo, por supuesto, con un chiste. Me acordé de la foto -que ya ascendió a meme- de Valen Madanes tocando el ukelele con un dildo para un chivo de un sex shop. Valen Madanes es una chica que subía videos tocando canciones con el ukelele y que cambió radicalmente de perfil al subir ese video. Me acuerdo de que estalló Twitter ese día. Agarré esa foto, puse mi cara encima de la de ella y escribí “me hice un only fans”. Como diciendo: “ya sé lo que están pensando y no se pueden burlar de mí si yo lo hago primero. Esto es ridículo, miren que auto consciente que soy. Son quince dólares”.
Apenas me lo abrí, subí la foto a redes (ig y twitter) y esperé a ver qué decía la gente. Algunos creían que era una joda, algunos festejaban. Una chica me citó y puso “hasta las mejores caen” y, después de ver eso, decidí silenciar.
Al mismo tiempo, tenía CuriousCat abierto. Entraba seguido, y me empezaron a mandar mensajes dándome muchas opiniones sobre mi PyME. En CuriousCat se jactaron de haberme convencido ellos, se burlaron de mí por eso, me pidieron que venda en pesos en Cafecito. Una chica me puso “borrá ese perfil de OnlyFans ya. No cometas el mismo error que yo. Hay una parte de tu intimidad que no vuelve a ser tuya nunca, esas fotos se filtran en Telegram”. Al rato me llega: “ya se filtró todo en Telegram”. Me agarró taquicardia y borré CuriousCat para siempre.
Secreto a voces
Inmediatamente empecé a recibir suscripciones y propinas por los posts. En 2 días, hice 600 dólares con esas 10 fotos y 2 videos. Desde entonces nunca más le pedí plata a mi viejo. ¿Quién hubiese dicho que la independencia económica que tanto añoraba me la daría mi ojete? Probablemente mucha gente. Es un gran ojete.
La mayoría de los tipos que se suscribieron en esos primeros dos días -y esto se sostiene hasta hoy- se mantienen silenciosos. No likean, no comentan, no me mandan mensajes. Pagan para ver, con un user que es generalmente un conjunto de números random o algún chiste moderno de Twitter, tipo “Únidad Básica Cavani”. Entre estos usuarios están los que filtran mis fotos y videos en Telegram, en foros de internet y en páginas porno. Si buscás “OnlyFans leaks”, está todo. A dos clics de mi papo. ¿De nada?
Los otros, los menos, hacen engage de todas las formas. Escriben comentarios, likean, y lo más importante, me mandan mensajes. Algunos de ellos con nombre propio y foto de perfil. Eso, por algún motivo, me freakea mucho más que que tengan cuenta anónima.
Cuestión, me abro OnlyFans, y 20 tipos empiezan a hablarme preguntándome qué ofrezco en paralelo. Qué sé yo, ¿burletes? No, ellos me hablaban de packs, me preguntaban si hacía customs, si tenía fishnets. Aprendí el lingo de OnlyFans gracias a ellos. Universidad Nacional de los Pajines.
Ahí entendí que el verdadero negocio estaba en la venta de contenido personalizado. Como no tenía más que esas nudes y solo dos bombachas -porque para retirar los 600 dólares todavía faltaba una semana- le respondía a todos diciendo “¿qué querés ver?”. Me resultaba hot y me ayudaba a entender más o menos qué buscaba esta gente y qué se solía ofrecer.
La mayoría me quiere ver en bolas, quiere algo un poco más explícito que lo que subo al perfil. Packs de fotos en cuatro, videos amándome a mí misma, la cosa sana. Me elegí algunos precios pero termino cobrando arbitrariamente según me cae el cliente. Viva la libertad carajo.
Empecé a mandarlos a Telegram a los que me pedían cosas, así me transferían directo a mi Mercado Pago y no tenía que esperar a que me deposite OnlyFans (que además tiene unas comisiones que te descosen el anillo de cuero). Algunos no quieren. Me dicen “no quiero que sepas quién soy” y yo siempre respondo “¿por qué, sos mi tío?”. Por suerte uno de mis ellos está medicadísimo y el otro es legalmente ciego, así que no creo que sean. A esos, les cobro en dólares y les sumo lo que me saca OnlyFans de comisión. Si te gusta el durazno, transferime.
Recuerdo el primer pedido de todos: F, un tipo de 35 años que me pidió que le cotice un audio de minuto y medio relatando “lo que me gusta hacer en la cama”. Yo acepté la misión, porque no tenía que poner la carita.
No me costó nada, me salió natural. Realmente soy muy puta. Le envié el audio diciendo todas las guarradas que me gustan con voz de beboteo. F quedó como loquita e inmediatamente me pidió otro audio, y me mandó la transferencia. Me sentí hipnotizada al ver lo fácil que era hacer guita. De ahí en más, perdí todo tipo de vergüenza.
Para el segundo audio, F quería que yo le relatara con lujo de detalles todo lo que haríamos en un hipotético encuentro entre nosotros. Ahí me di cuenta de que este trabajo también tiene mucho de creatividad: tenía que escribir un guion.
Pensé: previa / pete / sentarme en la cara / coger cucharita / coger en cuatro / pedir la leche. Son seis pasos. Tengo que meterlos suavemente en un minuto y medio mientras me hago la hot. No es tan distinto a mi (ex) trabajo guionando los videos de YouTube de Cuadradito y Circulito, donde tenía que hacer que CyC vivan diecisiete aventuras diferentes en diez minutos junto a Skibidi Toilet y Huggy Wuggy en Minecraft, todo procurando que los niños no se aburran.
Me propuse a grabar el audio. Después de varios intentos, me di cuenta de que si a mí no me calentaba, iba a ser imposible transmitirlo. Al igual que en la comedia, si no me da risa, no puedo hacer reír.
Después de eso F me empezó a pedir audios casi a diario. A la vez, lo iba mechando con propuestas para vernos en persona. Yo le decía que no, a veces dejando una mínima ventana abierta para procurar que no deje de comprar. Me ofrecía cien dólares. Yo le decía que no me iba a prostituir, y que además era poco. Algunas noches me hablaba borracho, con cierta urgencia, ofreciéndome 200 dólares. Hasta que un día le dije que estaba intenso y me pidió perdón y volvió respetuosamente a la semana queriendo verme el culo.
A los días me hablo L, un tipo también de unos 30 y pico de años que quería que sexteemos. Le dije que sí al mexicano. Bah, no sé, está en otro huso horario y me habla de tú. Decidí cobrarle por media hora, que me parece una buena cantidad de tiempo para garantizar hacerlo acabar. De ahí en más sexteamos un par de veces más. Yo lo trato de “amor, bebé”. Me siento un gato hediondo pero les encanta.
Hay que hacer como que te gusta el otro. Es más fácil si no me muestran nada, si hablan en argentino y sin emojis. No suele pasar. De esos me enamoro y les termino mandando nudes sin cobrarles nada.
Hay mucho infiel. Mucho hombre en relación monógama que me habla cuando está en el baño. Algunos me cuentan que no cogen con su mujer, que son adictos al porno. Otros la juegan más a ser amantes. Otros, lo esconden y me termino enterando porque me gustaron y los busqué en Instagram.
Otros son profundamente respetuosos y solo quieren hablar conmigo. Les da vergüenza referirse a mi culo, quieren hablar de libros. Con algunos hablo de este ensayo. Uno me ofreció guita por ir a la casa a comer un asado y que no pase nada sexual.
Hay una ventaja que tengo al ser “”figura pública”” y es que me tienen entre respeto y miedo. Si ya los tipos que me hablan para conquistarme por fuera de OnlyFans temen a ser burlados en twitter, imagínense estos personajes. Generalmente no se zarpan conmigo. No me mandan dickpicks no solicitadas. Y yo soy muy tajante: Si me caen mal (hablan en monosílabos, piden mal las cosas) o son ratas (me regatean el contenido) no les contesto más. O si se ponen intensos se los digo sin tapujos y piden perdón, como hizo F.
Y en ese sentido, hice 600 dólares en 2 días justamente porque lucro con el morbo de ser una “””figura pública””” que publica fotos suyas en pelotas. Por eso no tengo que hacerle publicidad. Subí el edit de Valen Madanes esa vez y nunca más compartí algo en mis redes al respecto. Simplemente dejé el link a mi OnlyFans abajo de todo en mi linktree. Eso hace que el negocio corra sin que yo haga casi nada. Es una especie de secreto a voces. Como los masones.
No fui yo, fue Patricia
Podés consumir a Anacleta de todas las formas que quieras. Suena cínico -y lo es- pero logré convertirme en un producto muy versátil. Vendo mis chistes, mis tragedias, mis anécdotas, mi música, mis guiones y mis tetas.
Anacleta es una identidad que me armé y bauticé hace ya dos años (el apodo completo, Anacleta Chicle Repollo, me lo puse a los 4 años. Jugar a ser otras es parte de quién soy). Anacleta es una versión exagerada de mí misma: es graciosa, astuta, ventilera, tiene opiniones y no teme decirlas, es musical, es hot. A veces me queda corta, me conflictúa, siento que ya soy ella, que me comí el personaje. Tengo amigos de los últimos años que me conocen como Anacleta (o la versión cariñosa, Ana).
Esto no es un fenómeno nuevo en mi vida. Siempre hice que me llamaran distinto según el lugar y el contexto. Porque yo necesito editarme.
Al Only Fans le puse de nombre de usuario “elculodeanaclette”. Anaclette es mi personaje cuando estoy grabando para OF. Es una deformación de Anacleta. Ella exuda sexo y a diferencia mía, le gusta dominar. Anaclette, a diferencia de Anacleta, siempre quiere coger. Siempre está lista para seducir. Y Sofía, el nombre con el que firmo estas palabras, es mi nombre verdadero. El que reconozco como propio, quien soy, mi sol, hablando en términos astrológicos. Y me nombro así acá, como si la solemnidad de la escritura implicara una mayor autenticidad. Cómo si no fuese todas ellas. Cómo si no fuese ninguna.
El morbo que me da habitar estas tres identidades distintas en diferentes rincones de internet es inmenso. Me pagan para verme ser puta en un lugar, para reírse con mis chistes en otro, para leer mis sesudas reflexiones en otro y, en otro, para escuchar mi música. Cada espacio me permite desplegar una parte de mí, y a la vez, mantenerlas separadas es un desafío digno de James McAvoy.
Hay algo en esta multiplicidad de roles que se siente como la inercia de seguir siendo "buena" en todo, de seguir cogiendo, creando, produciendo, mencionada en el libro “A Year of Rest and Relaxation”. Es la tristeza femenina, la depresión femenina, que se entrelaza con la constante necesidad capitalista de seguir avanzando, de no detenerse. En ese libro la protagonista duerme durante un año seguido con ayuda de pastillas y aún así, logra seguir cogiendo. Si bien este libro después fue clasificado como “sad girl media” (ampliamente discutido en mi primer ensayo) y banalizado por miles de adolescentes que ahora lo ven como algo escapista/aspiracional, lo que retrata es como las expectativas de belleza y los roles de género hacen que las mujeres podamos incorporar en una inercia burda y cruel nuestra presentación como objetos de deseo; podemos abandonarnos a nosotras mismas y aún así coger igual. Yo puedo estar tres días sin dormir fumando porro y mirando la pared, hasta que veo que le queda poca comida a la gata, me pongo un corpiño rojo, me pinto los labios, y grabo un video volada en Abella Danger.
Lo malo de ganar plata sin laburar (“esto es trabajo”, me dirán ustedes, “¿qué es el trabajo?” les respondería yo) es que una se abandona. Yo tengo muchísimo tiempo libre para hacer lo que realmente quiero hacer: crear, inventar historias, hacer canciones, escribir chistes. Pero a veces, tener un trabajo que existe tan en paralelo al mundo real, que no te da ningún tipo de rutina (valores positivos, a mi parecer, y por mis modos de vida) hace que te entregues a la desidia y se financie sola.
La doble (triple?) identidad me sirve para ser auténtica. Es paradójico, pero es cierto. Puedo ser extrovertida y audaz bajo el nombre de Anacleta, sin sentir tanto el peso de las opiniones ajenas. Me escuda tener un nombre absurdo, un nombre que nadie más tiene. Mi apellido es Chicle, no te tomes en serio lo que digo.
A su vez, esas identidades existen casi en su totalidad en el mundo online. Por lo cual, hablar de autenticidad es raro, porque siempre hay un altísimo grado de performatividad.
Creo que dar distintos nombres en distintos momentos me permite sentirme en control, rotulada en un contexto y en un rol específico. Como guionista y actriz, entiendo la importancia de un papel, y a veces, Anacleta es solo eso: un papel que juego, una forma de protegerme del cringe, de las expectativas, y de mí misma. Anaclette es el papel que me permite no achicarme o asustarme ante hombres desconocidos que se me acercan libidinosamente queriendo verme desnuda, al contrario, Anaclette me permite domarlos. Sofía, en cambio, esa sí que no sabría decirte.
La eterna hora libre
Escribo para entenderme a mí y para entender el mundo en el que vivo. No tengo una reflexión definitiva porque vivir en esta realidad es distópico y contradictorio. Sé que hablar con tipos para sacarles plata, jugando con su cariño, es terrible. Pero también sé que no lo inventé yo, son las reglas del capitalismo, y peor sería vivir en el feudalismo.
A pesar de todo, trato de darle humanidad a la situación. Aunque interpreto a Anaclette, no dejo de reconocer que del otro lado hay un humano. Las creadoras con muchos seguidores contratan chatters que se hacen pasar por ellas para vender su contenido. En Estados Unidos están empezando a entrenar inteligencias artificiales que van a tomar el trabajo, ya distópico de por si, de esos chatters. Qué siglo de mierda.
No quiero hacer apología de lo que hago porque yo estoy conflictuada. Esto no pretende ser una guía para hacerse OnlyFans, no sé si quiero ser la Carla Quevedo de alguien. O sea sí, pero por otras razones.
Hay días en los que grito a los cuatro vientos que tengo OnlyFans y hago chistes al respecto, días en los que me siento orgullosa de haber encontrado una forma de independencia económica. Pero también hay días en los que pienso que la única razón por la cual hago esto es porque mi mamá murió, y con ella se fue la mirada más importante de todas, la que me juzgaba.
Vivo en una especie de “hora libre” constante desde entonces. Esa libertad es agridulce. Porque mientras exploro esta autonomía que me da poder, también me doy cuenta de que me estoy alejando de mis valores más profundos. Los mismos valores que me llevan a querer enamorarme perdidamente de alguien a la antigua, sin el cinismo que impregna esta época.
No tengo respuestas claras, pero lo que sé es que este camino es tan mío como lo es conflictivo. Quizás nunca encuentre un equilibrio, y tal vez eso sea parte de lo que me impulsa a seguir escribiendo, a seguir explorando. Porque si hay algo que me queda claro es que, en este extraño cruce de capitalismo, deseo, y humanidad, no hay respuestas simples. Y yo, Anacleta, Anaclette, Sofía, los pajines, la nona y el Gran Pez, seguimos buscando.
Me quedó una sola cosa suelta: el traspaso a la prostitución analógica. Será para el próximo.
En esta epoca todo el mundo vende algo por internet, cursos de trading o astrologia, workshops de autosuperacion, etc. Por lo menos al vender fotos de tu cuerpo no estafas a nadie.
Y jueputa que bien escribes.