Carnet de lesbiana
Por primera vez en mi vida me gusta una mujer. Mi experiencia lésbica fue más bien escueta y se condensó principalmente entre mis cinco y ocho años, cuando iba religiosamente todas las semanas a lo de mi amiga Mica a “jugar a la mamá y a el papá”. El juego constaba en que yo me acueste encima de ella y chapemos con lengua sin parar durante horas. Me acuerdo de que ella siempre tenía olor a plasticola.
Después de eso, tuve amoríos breves virtuales con mujeres y me tuve que besar con chicas para obras de teatro. Hasta que los 15 años, siendo muy católica, me agarró una crisis nerviosa contemplando la posibilidad de ser lesbiana. Llegó a tal punto la preocupación que reprimí por completo la idea durante años. Le rezaba a Dios pidiéndole por favor no ser desviada. Cada vez que una mina me empezaba a atraer, descartaba el pensamiento de inmediato. Cuando llegó el estallido feminista me asumí bisexual; con dudas, sintiéndome un poco ladri, pero entendiendo que dentro del amplio espectro de esa palabra me encontraba yo. Unos años después descubrí que en realidad también -y sobre todo- soy demisexual. Los demisexuales somos como los zombies, nos calientan y nos enamoramos de los cerebros. Y nos los cogemos y después nos los comemos.
Fui a dos marchas del orgullo. Recién en la última me sentí parte. Nunca me oprimieron por mis elecciones sexuales, y siempre entendí que mi padecer -confesar los besos con Mica a un cura, llorar durante meses imaginándome lesbiana- era mínimo. Desde que me presento como bisexual, no hacen más que aplaudirme. Nunca sufrí al respecto.
No sufrí porque tampoco ejercí. Yo siempre le decía a Mateo, mi ex, que yo sabía que eventualmente abriríamos la pareja porque tenía una gran parte de mi sexualidad sin explorar. Que en algún momento iba a querer empezar a estar con minas, aunque lo amase a él. Obviamente abrimos la pareja y a la semana me cogí a dos pelados.
Una vez que cortamos con Mateo intenté concretar citas por apps de citas con chicas. No sé hablar con ellas. No entiendo cómo relacionarme con mujeres que me gustan. Me pongo terriblemente pelotuda. A lo máximo que llegué fue a sextear con una treintañera hermosa que me hablaba como un viejo pajero. Por eso pude desenvolverme con ella, sé perfectamente cómo tratar con un viejo pajero. Ella insistía mucho con que nos viéramos y yo siempre le metía excusas. Que estoy fusilada, que estoy a full, que estoy deprimida y le cuelgo a todos, que no es con vos. Nos mandamos unas buenas nudes un par de veces. El viernes me habló a la madrugada diciéndome que estaba fumada y seguía pensando en mí. Todavía no le respondí y seguramente siga sin hacerlo.
Por todo esto, mi bisexualidad siempre se sintió performática. Siempre cinco para el peso. Nunca me terminaba de gustar del todo una mina de la manera en la que yo sabía que podía gustarme alguien. De la manera en la que me habían gustado tipos: en su totalidad, física, mental y espiritualmente. Hasta que llegó ella.
She - Elvis Costello
Como todos mis romances, todo lo que voy a relatar -y todo lo que pasó entre nosotras- sucedió un 99% en mi cabeza.
Desde principio de año somos “amigas”. A ella le gustan las minas, es lesbiana pura cepa, si bien entiendo. Es amiga de amigas y nos cruzamos de vez en cuando en eventos y tenemos interacciones que yo sobre interpreto -para hacerme un chiste me toca de más y yo pienso en eso una semana-. De ahí en más nos enviamos algún que otro mensaje y a veces me manda reels absurdos que sabe que me van a hacer reír. La otra vez me invitó a ver una obra que ya habíamos ido a ver pero yo había ido también con otra amiga. Esta vez iríamos juntas. Solas.
En ningún momento se especificó que fuese una cita pero desde que puso fecha el tiempo se ralentizó. Estaba muy ansiosa con que llegue el día, no podía imaginarme en mi mente cómo sería ese momento. No puedo todavía imaginarme nada con ella: no tengo experiencias en el drive para comparar. Ella representa la incertidumbre. Lo nuevo.
Llegó el día anterior y le mandé un mensaje para confirmar. No me contestó. Venía bastante deprimida así que me fui a dormir sin alarma, esperando despertarme lo más cercano posible a la hora del show. Me desperté a las siete de la tarde. Me bañé, me maquillé y me cambié. Le envié un mensaje a mi nueva amiga Isa asegurándome un plan B para no desperdiciar ni la energía vital ni el outfit. Me quedé al lado del teléfono, fumando y emborrachándome. Ella nunca apareció. A la una y media de la mañana, me pedí un auto y pasé a buscar a Isa y nos fuimos a la Click. Bailamos flogger toda la noche.
Al otro día me desperté y tenía un mensaje de ella. Había desconectado del celular, me dijo. Estaba cansada y no quería emitir palabra. Le dije que no pasaba nada y que la entendía mucho. Me invitó a una fiesta esa misma noche. Le dije que sí.
A la tarde vi a mis mejores amigas, las que dejé del otro lado de la General Paz. Vivimos el día de la primavera tomando mate en el Parque. Hablamos mucho, nos pusimos al día. Vinieron a hacer la visita necesaria después del breakdown del lunes pasado. Hablamos de muchas cosas pero yo terminé pasando la mayor cantidad del tiempo teorizando sobre lo que podía llegar a pasar a la noche con ella.
Durante toda la tarde ella me siguió hablando. Tranquilamente todo ese intercambio podría ser amistoso. Yo en ningún momento fui explícita con lo que me pasaba con ella. Me volví a vestir y a maquillar y arreglé con Isa para meter doblete. Primero iríamos a la Polenta y después a la otra fiesta. Isa me pasó la dirección de la casa donde haríamos previa, me cacé los auriculares y caminé hacia allá, porque de nuevo llegué al fin de semana sin plata -Only Fans te permite retirar plata de lunes a viernes, y si no meto algún custom o changa creativa extra, me suelo quedar sin guita los sábados por lo mal que la gestiono.
Fuimos a la primera fiesta, pero mi mente estaba en la segunda. Ella me mandó una foto a las cuatro de la mañana de la banda que estaba tocando y me pedí el Uber inmediatamente. Le avisé a Isa y a los cuarenta minutos de haber llegado, nos fuimos.
Llegamos a las cuatro y veinte de la mañana a la fiesta. La busqué y cuando la vi, estaba desencajada. Ya se había drogado lo suficiente como para que mis sutiles insinuaciones cumplan función alguna. Tenía que hacer algo más. Necesitaba coraje químico. Una chica pasó ofreciendo md y vi que todos tomaban así que le acepté. Me pasó una bolsa para que me sirva y yo no entendía ni qué era ni lo que tenía que hacer con eso. Le dije “guiame”. Me metió un dedo lleno de polvo en la boca y yo no paré de bailar por las siguientes dos horas.
Isa se fue en un momento y yo me quedé deambulando por la fiesta. Esperaba que ella se me tire a mí, pretendía conquistarla con mi envoltorio y mi baile. Eso es lo que hago en fiestas con tipos que me gustan desde el inicio de los tiempos. No me funcionó, ella estaba en otra. Le dije al mejor amigo de ella que estaba “enamorada” y él al rato volvió diciéndome “me dijo que vos no le dijiste nada”. Seguí sin decirle nada. La miraba, le robaba tragos, pero no hacía nada. A las seis de la mañana desistí, me cacé los auriculares y me volví caminando de Palermo a Saavedra.
Caminaba y “pensaba” (si es que se puede llamar “pensar” al desfile de conceptos inconexos que pasaban por mi mente) en que seguramente haya un poco de idealización en esto. Siempre que alguien me guste va a haber un poco de idealización incluida, sobre todo al principio. Pero permitirme gustar abiertamente de ella, hablarle a mis amigos de eso, escribir al respecto, logró liberarme de una nueva manera. Si me han leído anteriormente saben que la identidad es un tema que me persigue, me atormenta, me fascina y me encarcela. A medida que pasan los ensayos me asumo distintas cosas: triste, graciosa, puta, drogadicta, vaga. Puedo agregar también ahora bisexual. Por primera vez en 24 años, sé lo que soy por que lo siento. Y no importa qué termine pasando entre nosotras, se lo debo a ella y se lo voy a agradecer siempre.
Volver a casa
Mientras caminaba por Belgrano y veía las casas gigantes y las calles silenciosas, el sol empezando a asomarse y la droga a irse, no pude escaparle a la tristeza. Estaba frustrada por no poder haber chapado con ella, caminaba lento y esperaba un mensaje que no iba a llegar. Decidí sacar el pop homosexual y le puse play a “ya no será”, mi playlist de desamor. El problema es que esta playlist fue curada para otra persona.
Al segundo tema, Nico apareció en mi mente.
You took the best / So why don’t take the rest? / Baby, take all of me
All of me - Billie Holiday
La tristeza no perdura porque con él si puedo imaginarme cosas. Mientras me acerco a mi casa, se reproduce el escenario de siempre. Yo estoy doblando en la esquina y se revela que en la puerta de mi edificio está él, con una valija. “Vino directo del aeropuerto” es mi primer pensamiento. Él no me deja pensar más porque me interrumpe “hola, debería haber hecho esto antes”. No, de nuevo. “Hola, tenía que decirte algo y quería decírtelo en persona”. No, muy largo. De nuevo. “Hola, te amo. Siempre te amé. Perdón por no entregarme antes, no hay nadie como vos, no hay nadie a quién pueda amar así. Recién ahora puedo verlo. Estaba duelando, pero ahora estoy acá. Y te amo” “yo también te amo, Nico” “ya lo sé, por eso vine”. Ese me gustó más. Pero, ¿y ahora? “Pasá”. No, está Jere. Mejor que lo anticipe él. “Vamos al parque a hablar de lo que sigue”. Pero en el parque, ¿qué me diría? ¿Que va a mudarse de España a Argentina con su hija? “¿Y tu ex mujer?” “Murió”. No, muy fuerte. “Nos arreglamos y ahora nos llevamos bien y también quiere volver a Argentina”. No me gusta ese escenario. Vamos de nuevo. “Hola” “hola” “¿qué haces acá?” “Lo que tendría que haber hecho antes. Te vengo a buscar. Venirte conmigo a España. Renunciá a Blender. Escribí tu libro conmigo al lado del mar. Y vamos a solucionar rápido lo de la ciudadanía, ¿te querés casar conmigo?”. Doblo en la esquina y otra vez no está. La puerta del edificio está vacía. Le pongo pausa a la música y me acuerdo de un gran tweet de Navaja Crimen:
Hace poco aprendí que mi vida no es una telenovela. En todo caso será un programa de esos que salen a la madrugada, donde Martín Pepa te invita a formar una palabra, nadie gana nunca y el único productor es el lavado de dinero.
De bisexual a bisexual, te entiendo Bro ?)
Un relato hermoso y descarnado desde lo profundo.
Hermoso leerte, como siempre. Aguante tu confesión. Yo estoy más demisexual que nunca, lo cual a mi edad debería ser casi obligatorio (?).
Me dejó pensando ese momento en donde hablas de la idealización de las personas que nos gustan. El amor (o lo que sea) es eso al fin y al cabo: nos gusta más lo que creemos que lo que es.
Nada eso.
Te dejo una birra virtual 🍻 en vísperas de una real.